Imagina que nos encontramos tú y yo por la calle. Nos
saludamos y te digo: “Acabo de presenciar un accidente de tráfico entre una
ciclista y un coche”. Te habré enunciado un tema. Luego puedo continuar y
contarte a qué hora ha sucedido, dónde me encontraba yo, si ha habido heridos,
cuánto ha tardado en llegar la ambulancia. Puedo incluso darte mi opinión sobre
lo sucedido, si me ha impactado, etc... Con todo ese contenido te estaré
desarrollando el tema. Con la creación artística, y la musical en particular,
ocurre algo muy similar.
Los temas musicales habitualmente son elementos
generatrices. Son la semilla a partir de la cual va “creciendo” o
“desplegándose” el tema.
Esos temas pueden ser la parte más importante o no. A veces
el tema es una excusa para dar comienzo a un desarrollo que da alas al
virtuosismo de un compositor (esto es bastante habitual en la música más
contrapuntística). En otros casos, (sobre todo en la melodía acompañada, con
menos derivaciones y “enredos” contrapuntisticos) el tema suele imponerse como
la parte principal para el oyente, el cual está esperando, durante el
desarrollo (el cual puede ser fantástico o aburrirnos hasta la muerte) a que
reaparezca. El equilibrio entre una parte y otra dependerá de la capacidad del
compositor y de su objetivo.
En los temas que duran alrededor de tres o cuatro minutos y
que se basan en la repetición de una de las partes (por ejemplo un estribillo)
no suele haber mucho margen para el desarrollo, pero saber desarrollar un tema
nos ayudará tanto a generar nuevas partes, aunque estas sean breves, así como a
darles coherencia (si es eso lo que pretendemos).
El desarrollo de un tema consiste en el juego que se realiza
a partir de los elementos del enunciado. Cuando, en nuestro encuentro en la
calle, yo te hablaba de ambulancias, policía, etc…, estaba mencionando
elementos relacionados con lo que había ocurrido. Los desarrollos temáticos
suelen estar constituidos y formarse a partir de elementos del tema principal.
El tema principal puede ser esa melodía tan chula que se nos
ha ocurrido o algo mucho más simple como un conjunto de cuatro notas (motivo de
la 5ª sinfonía de Beethoven) a partir del cual iremos generando una obra
completa (por supuesto, un tema musical también puede ser una serie de
elementos percusivos o “ruiditos”, todo dependerá del estilo o el concepto).
Quien debe decidir “qué es” y hasta donde llega el tema es el autor, ya que, él
va a ser el encargado de desarrollarlo después.
El desarrollo suele estar formado por elementos de ese tema
principal, los cuales lo unen y relacionan con ese tema. Si no existe relación
entre el tema y el desarrollo es muy probable que estuviéramos realizando un
tema nuevo. La capacidad para manipular esos elementos es una herramienta
importantísima para darle continuidad y coherencia a nuestras obras sin
necesidad de enunciar un nuevo tema independiente.
Componer puede ser en sí mismo una forma de desarrollar,
pues estamos moldeando una idea hasta que encontramos la “forma” que queremos.
Y esto nos desvela que el desarrollo de un tema no tiene por qué encontrarse
después del tema, puede (y se hace en muchas ocasiones) colocarse al principio.
Prescindir del desarrollo y unir temas diferentes en música
podría (dependiendo del contexto musical) ser algo así como si tras contarte
que vi el accidente entre el coche y la bici me pusiera ha hablarte del partido
del domingo (un poco raro ya que no suelo ver fútbol). Evidentemente ambas
cosas entran en una conversación (¡y muchas más!), pero si sólo te digo que he
visto un accidente y a continuación me pongo a hablarte de otra cosa quizá te
quedes con ganas de saber más sobre lo que ha pasado.
Ser testigo de un accidente o de alguna otra situación
llamativa o excepcional es algo interesante para contar, pero si lo que hago es
únicamente darte la noticia en tres palabras es posible que esté desperdiciando
la oportunidad de desarrollarte una buena historia. Lo mismo puede ocurrir, por
ejemplo, con una buena melodía.
Que un músico controle cuándo dar comienzo a un nuevo tema y
hasta dónde mantener un desarrollo es importante. Cuando uno comienza no es
fácil controlar esto, no tener una buena técnica para desarrollar es la razón
más habitual por la que muchos temas se quedan sin concluir en el cajón.
Un desarrollo puede realizarse por intuición, pero también
existen muchas técnicas para “forzarlo”.
Entre ellas podría estar el hacer uso de algunos de los
elementos rítmicos (repetir un patrón rítmico que aparezca en el tema usando
otras notas), el cambio de tonalidad o modalidad, realizar secuencias
repetitivas con una porción del tema, modulaciones... También podemos generar
ideas a partir de recursos contrapuntísticos como invertir la melodía, dilatar
o contraer los elementos rítmicos, realizar movimientos retrógrados de algunas
de las partes, etc.
También ayuda tener más de un elemento temático, por ejemplo
una introducción, las cuales suelen ser muy distintas a los temas principales
por lo que nos darán importantes elementos contrastantes para el desarrollo, o
otros temas (“B”, “C”...) de los cuales poder nutrirnos.
En piezas breves sobre todo, mantener la secuencia armónica
del tema, total o parcial y generar nuevos elementos melódicos sobre ella
también puede ayudar a generar una continuación, a modo de desarrollo, sin
llegar a generar necesariamente un nuevo tema.
Uno de los mejores modos de aprender, aunque resulte una
obviedad, es analizar esos desarrollos, o “continuaciones” que más nos gustan,
en diferentes estilos, y comprobar qué elementos se han utilizado a partir de
ese tema o temas principales.
Pero que no se nos olvide que estamos hablando de música, de
arte. Si me encuentro contigo en la calle y te cuento diez historias diferentes
en dos minutos es muy probable que pienses que estás con un tipo algo
inestable... Pero en una obra musical, bien diseñada, una serie de enunciados
temáticos encadenados puede ser algo conceptualmente muy interesante (Bohemian
Rapsody de Queen o Tubular Bells de Oldfield, son ejemplos muy conocidos de desarrollos
de una obra con nuevos elementos temáticos).
Como siempre lo importante es nuestra capacidad para decidir
qué queremos y qué no queremos hacer. Y que no sea una pobre capacidad técnica
la que limite nuestra creatividad.
Enrollarse por enrollarse no suele ser la mejor opción a
menos que no tengamos más remedio por “exigencias del guión”, ya que, a veces
hay cosas que no hay que forzar y no todo se presta igual a un desarrollo.
Además, aunque es evidente, el desarrollo temático no es la única manera de
“alargar” o continuar una pieza.
En todo caso aprender a desarrollar es aprender a componer.
Y añado, aprender a sintetizar (o resumir) también es aprender a componer. Y es
que un compositor (un artista) debe saber estirar y contraer, plegar y
desplegar, saber contar una misma historia con dos palabras y con cien mil.
Juan Ramos
fuente: Hispasonic
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